Ya podeis ir a ver al cine 30 días de noche, aunque aquí le hayan cambiado el título tras habérselo puesto anteriormente a Frostbitten, peli escandinava con la que comparte similitudes en su argumento y poco más. Adaptación de una novela gráfica (que no me he leído, así que no opino de la adaptación) y producida por Sam Raimi (sigo diciendo que este hombre se dedica a producir cintas que en otra época hubiera dirigido él), éste película de género bebe directamente del cine de zombies y lo adapta a otro tipo de no-muertos.
El argumento es sencillo, una manada de vampiros decide aislar a un pequeño pueblo al norte de Alaska justo cuando comienza su mes de noche ininterrumpida para poder comer hasta hartarse sin problemas. Claro que no contaban con que Josh Hartnett fuese el sheriff del pueblo y que esté preparado para sobrevivir a una masacre zombie, hacha en mano incluída.
La película sigue buena parte de la receta de los clásicos de zombies, aumentando la sensación de claustrofobia y perdición con esa noche que no termina, un océano de nieve y frío que les aprisiona y unos muertos vivientes que ni se pudren ni se tambalean, sino todo lo contrario. Estos vampiros no son maricones con acento europeo cutre que tratan de seducirte para morderte el cuello mientras te dan por atrás, que diría en insigne Jack Crow, sino depredadores implacables, imparables e inteligentes, vestigios de una antigua raza que desprecian a la cena de la que se han visto obligados a ocultarse durante siglos. No van a dejarte dos bonitos agujeros en el cuello, van a comerte a pedazos y a bañarse en tu sangre. Evidentemente teneis el gore asegurado pese a que la epiléptica cámara lo enmascare en alguna ocasión, aunque esta vez no desmejora la acción tanto como en otras películas sino que aumenta la tensión y el frenesí de los enfrentamientos cara a cara con los chupasangres. Sin embargo en otros momentos la cámara quedará fija mostrandoos la casquería en todo su glorioso detalle para emoción de unos y horrorizado asco de otros.
En definitiva, aunque no ganará premios importantes ni críticas entusiastas, es una estupenda película de terror con la que pasar un buen/mal rato y mucho frío. Que corra la sangre.
El argumento es sencillo, una manada de vampiros decide aislar a un pequeño pueblo al norte de Alaska justo cuando comienza su mes de noche ininterrumpida para poder comer hasta hartarse sin problemas. Claro que no contaban con que Josh Hartnett fuese el sheriff del pueblo y que esté preparado para sobrevivir a una masacre zombie, hacha en mano incluída.
La película sigue buena parte de la receta de los clásicos de zombies, aumentando la sensación de claustrofobia y perdición con esa noche que no termina, un océano de nieve y frío que les aprisiona y unos muertos vivientes que ni se pudren ni se tambalean, sino todo lo contrario. Estos vampiros no son maricones con acento europeo cutre que tratan de seducirte para morderte el cuello mientras te dan por atrás, que diría en insigne Jack Crow, sino depredadores implacables, imparables e inteligentes, vestigios de una antigua raza que desprecian a la cena de la que se han visto obligados a ocultarse durante siglos. No van a dejarte dos bonitos agujeros en el cuello, van a comerte a pedazos y a bañarse en tu sangre. Evidentemente teneis el gore asegurado pese a que la epiléptica cámara lo enmascare en alguna ocasión, aunque esta vez no desmejora la acción tanto como en otras películas sino que aumenta la tensión y el frenesí de los enfrentamientos cara a cara con los chupasangres. Sin embargo en otros momentos la cámara quedará fija mostrandoos la casquería en todo su glorioso detalle para emoción de unos y horrorizado asco de otros.
En definitiva, aunque no ganará premios importantes ni críticas entusiastas, es una estupenda película de terror con la que pasar un buen/mal rato y mucho frío. Que corra la sangre.
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